El artículo da cuenta de clima de extrema violencia e inseguridad que se vive en México. La violencia proviene de grupos delincuenciales que se encuentran tanto fuera como dentro del Estado o en coexistencia. Ante el deterioro de los derechos de ciudadanía ha crecido la disidencia ciudadana y la movilización popular y frente a éstas -como respuesta de un gobierno autoritario- la criminalización de la protesta social, como de los defensores de los derechos humanos. El Estado mexicano, en correspondencia con la Iniciativa Mérida, ha militarizado al país y acude a la represión y a la utilización del miedo y del terror como medio de control sistémico. Noam Chomsky (2010), como muchos autores, nos ha mostrado la correlación que existe entre la ayuda brindada por el gobierno estadounidense y las violaciones cometidas en contra de los derechos humanos: México no es la excepción. El argumento central sostiene que la violencia que se vive en el país no es fortuita, sino sistémica y que ésta favorece a un orden económico y político que va más allá del territorio nacional. La violencia es la expresión del desgarramiento del tejido social resultado, en buena parte, de políticas económicas que mantienen en la segregación a millones de personas; es fomentada por el propio Estado mexicano, sea por acción u omisión. La corrupción e impunidad son el eslabón que mantiene unidas a la violencia estatal y a la violencia delincuencial.
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