Prácticas curriculares para una convivencia y cultura de paz positiva

Las prácticas curriculares de la escuela tradicional aún siguen vigentes en el abordaje y manejo de las conductas violentas y los conflictos escolares. La anterior situación contribuye con una cultura de paz negativa, ya que estas solo centran su atención en la violencia directa generada por los estudiantes, buscan reducirla, no tienen en cuenta la violencia estructural o indirecta, que puede estar arraigada en estructuras de desequilibrio de poder institucional, jerárquico, autoritario. De  ahí que la violencia estructural se corresponde con las relaciones, que contribuyen con la injusticia social. Así mismo en esta convivencia la paz que se manifiesta es negativa, donde los conflictos no se toleran, en la medida en que estos se consideran un problema, algo difícil de manejar, una alteración de la tranquilidad, siendo principal vía para el manejo de estos la sancionatoria o punitiva, la cual lejos de mejorar las conductas de violencia o conflictos los incrementa. Visto esto, los conflictos se consideran un problema y no una oportunidad para potenciar la convivencia. Las actitudes que rigen estas prácticas son dominio, sumisión con habilidades, de individualismo y competencia, esto conlleva a que el estudiante se convierta en un receptor pasivo, acrítico de los problemas sociales del contexto particular y global, lo cual no permite formar a un ser humano en valores, frente a las problemáticas sociales que afectan la sociedad. Mientras que las prácticas curriculares para la convivencia con un enfoque positivo, propician unos valores de solidaridad, respeto por los derechos humanos, democracia real, con plena participación, inclusión y justicia, además de centrar la atención en disminuir la violencia directa, también intervienen la violencia indirecta o estructural, y consideran los conflictos inherentes al desarrollo de toda estructura social, abordándolos en forma positiva.

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