La Inmigración árabe en México: Integración Nacional e Identidad Comunitaria

La presencia árabe en México tiene más de un siglo y el día de hoy, la comunidad mexicana de origen meso-oriental está totalmente insertada en los procesos políticos, económicos, artísticos o sociales del país. De hecho, en la política han destacado gobernadores o secretarios, en el sector artístico o académico, varios miembros de la comunidad han dejado su huella como Héctor Azar o Sabinés. Pero es en la economía que los árabes se han destacado. El hombre más rico del país y tercero a escala mundial según Fortune es el dueño de Teléfonos de México (Telmex), Carlos Slim Helú. A pesar de la fuerte integración en la sociedad receptora, los mexicanos de origen árabe han conservado sus valores culturales como la gastronomía o su identidad comunitaria con el país del Cedro. Pero, un estudio de la inmigración árabe en México no es sencillo. Los datos de la Secretaría de Gobernación mexicana no son confiables. Los censos nacionales son incompletos y se iniciaron seriamente después de la revolución mexicana. El registro de los inmigrantes empezó de una manera sistemática solamente hacia 1926. A pesar de todas estas dificultades, este ensayo es el único que se ha realizado trabajando directamente sobre las fichas que elabora la Secretaría para el registro de los extranjeros. Sin embargo, nuestra investigación tiene algunos límites. En primer lugar, el trabajo se realizó solamente con las fichas disponibles hasta 1950. Si bien es cierto que se trata de la gran mayoría de los inmigrantes, deja también de lado a la inmigración más reciente, en particular el importante flujo que afectó al Líbano durante la guerra civil de los setentas y ochentas y la salida de los palestinos después de la derrota árabe de 1967. En segundo lugar, el registro sistemático de la inmigración en México se empezó a realizar hacia 1926. Esto significa que los árabes que han llegado antes clandestinamente o simplemente que no se han reportado en esta fecha, no pudieron ser contabilizados. En tercer lugar, los árabes que se han integrado a la sociedad mexicana (por lo menos en las apariencias externas) y que han cambiado sus nombres (aunque en las casas siguieron utilizando sus nombres originales) no siempre aparecen en los registros de la Secretaría de Gobernación. Los primeros emigrantes árabes llegados al país tenían que encontrar un nombre castellano, traduciendo el suyo al español (Butros se convierte en Pedro, Maryem en María, etc.) o por la semejanza de la tonalidad (Fares se vuelve Félix). De esta manera y con un físico latino, los árabes pudieron pasar desapercibidos sobre todo durante la década de los años treinta en donde las olas xenófobas asolaron al país. A pesar de estos límites, nuestra investigación tiene el mérito de ser la primera con datos oficiales, pero se han comparado con las distintas estimaciones realizadas por varios inmigrantes o con los censos, aunque incompletos, pero que nos dan una idea del proceso general.

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