Educar para la resiliencia. Un cambio de mirada en la prevención de situaciones de riesgo social

La felicidad y el bienestar del niño no son un efecto de la casualidad o la suerte, es una producción humana nunca individual, ni siquiera familiar, sino el resultado del esfuerzo de la sociedad en su conjunto. La protección y la defensa de los derechos de los niños constituyen la tarea de todos los que se reconocen como seres humanos. El maltrato es humillante e impone un sentimiento de inutilidad, desamparo, desesperanza, incompetencia social y culpa en los niños que para escapar de él, deben realizar un extraordinario esfuerzo, para controlar el resto de sus vidas o emplear la fuerza para victimizar a otros. Sin embargo, la capacidad de muchas personas que han sufrido situaciones indeseables para llevar unas vidas normales es un testimonio claro de la elasticidad del espíritu humano, de su capacidad de resiliencia. Los que han tenido que superar una gran prueba describen, el encuentro con una persona significativa, la comprensión el amor, la fantasía, el optimismo, el humor, el afecto, la aceptación de sí mismo, la ilusión, la alegría, la generosidad, la esperanza, la creatividad, el gusto por la vida, el trabajo, etc. como factores de resiliencia. Somos los adultos quienes debemos disponer alrededor del niño las guías de desarrollo que les permitirán tejer su resiliencia.

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